miércoles, 6 de febrero de 2013

La grasa es lo mejor que nos dio la naturaleza.

En la publicación anterior di un pantallazo general sobre qué y cómo comía el hombre antiguo: carne "quemada" con esporádicas ingestas de vegetales, tubérculos, raíces, huevos, semillas y frutos.

Ahondando un poco más en el tema, podríamos considerar los siguientes puntos:

1. Prácticamente cualquier alimento que provenga del reino vegetal, es estacional. Actualmente estamos acostumbrados a ir al supermercado y poder elegir una cantidad mayúscula de frutas y verduras todo el año, casi sin importar si es invierno, primavera, etc. Eso no es una maravilla de la naturaleza, se llama mercantilismo. Las "sanísimas" frutas y verduras que conseguís en los mercados no provienen de productores locales (¡si conseguís uno, comprále a él!) sino que vienen de latitudes muy lejanas para poder suplir siempre el mismo producto independientemente de las estaciones.
Así, por ejemplo, si hubieras vivido en una zona subtropical hace diez mil años, en primavera hubieras podido recolectar algunos frutos, en verano otros tantos, en otoño podrías haber desenterrado semillas del suelo o en invierno haber escarbado por tubérculos y raíces.

2. El único alimento que no es estacional, es el que provee la caza.
Es un hecho arqueológico que el hombre se movía junto con las grandes manadas, siguiéndolas según las estaciones, para poder proveerse siempre de carne.

3. Aunque hoy vayas al supermercado o a la carnicería y elijas los cortes más magros, no significa que el hombre antiguo tuviera especial gusto por éstas carnes. De hecho, si podía elegir, las más grasosas eran preferidas.
Como dije en la publicación anterior, por cada gramo de hidratos de carbono, el cuerpo puede obtener 4 kcal, por cada gramo de proteínas, 4 kcal y por cada gramo de grasas, 9 kcal.
En épocas donde el alimento era escaso (no poco pero sí justo), era preciso sacar el máximo provecho de ellos. La relación costo:beneficio de la grasa es claramente superior a cualquier otro macronutriente.

4. No sólo que prefería los animales con más grasa, las herramientas que tenía le permitían romper los cráneos y los huesos para llegar al cerebro y a la médula. El cerebro es hasta en un 70% grasa, rico en fosfolípidos y con una elevada densidad calórica.

5. El hombre antiguo no hacía ni seis ni cuatro comidas por día. El alimento era un bien costoso, requería de un trabajo físico y una planificación grupal para conseguirlo. Era toda una actividad social.
En cambio hacía una gran comida por día y comía hasta saciarse.
El tracto intestinal de un carnívoro está diseñado para grandes e infrecuentes comidas. Los que sí comen todo el día son los rumiantes, que pastan hasta dieciocho horas por día.

Antes de que los vegetarianos o veganos lleguen en masa desde Vegelandia a crucificarme (vamos, ¡y hasta querrían comerme!), les voy a ir contestando por adelantado:
La anatomía comparada es una herramienta útil, pero no alcanza para explicar los hábitos de una especie. No me vengan con cosas como "El largo de los intestinos del hombre es más parecido al de un herbívoro que al de un carnívoro." o "Entonces ¿por qué secretamos amilasa salival?" o "¿Por qué no tenemos los dientes como el tigre?".
Precisamente de Anatomía Comparada hablaré en la próxima publicación.

***Ironía***
Pero claro, por suerte, hoy tenemos a la agricultura, a los médicos y a los nutricionistas que nos dicen que tenemos que comer pequeñas porciones cada tres horas, comer cereales integrales, menos carnes, aceite de canola, fibra, mucha fibra y toneladas de frutas.
El hombre antiguo, anterior a la agricultura, vivía en un perpetuo infierno comiendo cadáveres grasosos, sufría muy dentro de sí, en su moral, por tener que asesinar criaturas. Si bien no tenía diabetes, Alzahaimer, enfermedades cardiovasculares o cualquiera de las modernas, tenía muchas otras peores, como la Titirulosis, La Tos Anal, La Isopropilisis Hipermétrica o uña encarnada.
***Ironía***